Lana del Rey: la mujer detrás de la otra mujer

por Anaih Antonia Ramírez        

La otra mujer, fuera de lo doméstico, la que tiene tiempo de pintar sus uñas, porque no es la mujer de la reproducción, es la mujer del placer, la que el sistema nos enseña que tiene que ser bonita y estar disponible para para cuando su rival falla, para cuando la mujer tiene que cuidar del trabajador y de sus hijos, del futuro del capitalismo, de la producción y no tiene energías para ser la mujer, alisar su cabello, cuando la esposa “falla”.

La otra mujer, la que huele a perfume francés y hay olor a flores frescas que llevó el obrero, flores que la mujer nunca conoció, la que no tiene juguetes en el piso porque no es la mujer de la familia, es la mujer del mundo. La que cuando el viejo obrero va a buscar, siempre le da la bienvenida como una reina solitaria, como un lindo accesorio, lista para lucir al usar y esperar para brillar, la otra mujer espera con paciencia que el hombre la busque, porque junto a ese hombre escapa de la rutina de ser una mujer a ser la otra mujer.

La otra mujer siempre se dormirá llorando porque no hay un amor que pueda mantener, porque no decidirá con quién se casa, porque no es dueña de nada, porque no dominará nada, y mientras pasan los años la otra mujer pasará su vida sola, sin un apellido y fuera de la familia, nunca será la mujer, ajena al hogar, la otra mujer pierde su humanidad para esperar sola.

The other woman se ubica en el disco “Ultraviolence”, lanzado el año 2014. Para entonces la carrera de Lana estaba despegando, en 2011 habría lanzado su primer sencillo, firmado con dos discográficas y lanzado “Born to die” en 2012, que fue sin duda un éxito y que la llevó a ganar el premio Brit Award a Artista femenina solista femenina internacional en 2013. Posteriormente, y como prueba del alcance de sus canciones, “Young and Beautiful” se había vuelto parte de la banda sonora de “The Great Gatsby” y de “Big Eyes”.

“Ultraviolence” es un disco que se caracteriza por la dualidad de ella, lleno de poesía romántica, la completa adoración a su hombre y la dicotomía de su devoción por sí misma, letras dedicadas a un amor intenso, abrasador que le habría regalado tanto sufrimiento como alegría, un amor que la hace esperar por él sólo por mantener en la memoria esos pequeños momentos donde por fin se siente suya, quien le haría sentir los golpes como caricias, e incluso en ese turbulento mar ella sabe que es linda mientras llora y que no puede aceptar que su hombre la necesite cuando la deja sola, abandonada en un mundo cruel, sabe que no puede arreglarlo, ni entrar en su mundo de hombre, en el mundo de los corazones inquebrantables y los tonos fríos. Sabe que no importa si compartió con él su mente y su cuerpo o si es más fuerte que todos los hombres, él es la excepción, quizá por eso, ella sería la otra mujer, sabía que incluso si no era la primera, ni la única, se conformaría con ser la amante escondida, la chica triste que dice, “oh, ¿pero lo has visto? ¿has visto a mi hombre?”

Al mismo tiempo este disco refleja las ansias de ella, una chica de Brooklyn, las ansias de una belleza oscura que piensa en la inmensidad del mar como un sin sentido, que más que ser una reina de la soledad, es la mujer que quiere adoración, culto y tributo. Que como anhelo principal tiene que saber si será amada cuando la belleza de la juventud se vaya, que será amada por sus palabras, por quién es, por lo que hizo y no por la frescura de su cuerpo.

La otra mujer no es diferente a la mujer, ambas son contemporáneas, el yugo social cayó de la misma manera sobre ambas, los estándares y lecciones de feminidad, incluso sus novios son en esencia social y cultural, el mismo hombre. Las niñas que nacen son inmediatamente clasificadas por su género, se les enseña de una manera que las lleva a tener mejores habilidades blandas y se les enseña a comportarse como “una señorita”, ahora bien, quizá el argumento para enseñar ciertas conductas no es tan directo como el concepto, pero la idea de que las niñas no escupen, no gritan, no corren, usan uniforme escolar “agraciado” pero limitante, una niña en falda no puede seguir a su amigo en pantalones por las ramas de un árbol. Ella entrega su cuerpo y corazón, sus años; él, la deja ser Bonnie a su lado. La posición de la otra mujer es la misma que la de la mujer, ambas gemelas no sanguíneas ocupan la misma posición social, cultural, entonces, ¿qué lleva a la mujer con todo su poder a ser la otra chica triste? ¿Qué lleva a una diosa a convertirse en una reina de Saigón? Oh, la vida es hermosa, pero tú no tienes idea.

«The other woman enchants her clothes with French perfume The other woman keeps fresh cut flowers in each room And there are never toys that’s scattered everywhere «

En todo caso, las diferencias no sustanciales entre ella y la otra no son, no existen, porque en el equilibrio de ser ella, está el (des)equilibrio de ser la otra, no hay una brecha insondable entre la chica triste que no puede pintar los tonos grises y la belleza oscura que quiere dinero, poder y gloria, lo efímero de ser se adjunta al momento, al corazón, a los íconos, ver la hermosa dualidad que la hace ser, que le hace amar con esa intensidad que la consume. Es esta capacidad de romperse en pedazos la que también le permite amar con cada uno de ellos, es esta habilidad de sufrir por un amor lo que la levanta sobre su amor propio.

¿Cuánta diferencia hay entre una mujer y su hermana? Hablando en lo social, hay una diversidad de mujeres y otras mujeres, ninguna con el mismo cabello, los lisos, los rulos, los hijos, los años y los hombres, pero en el común denominador está aquello que conforma el ser mujer, es decir, el yugo social, la imposición patriarcal.

¿Qué es una mujer fuera de lo social y cultural del patriarcado? ¿Es la mujer inherentemente femenina? ¿Qué hace que una mujer lo sea?

«Se puede decir que una mujer es una madre, una hermana, una hija o una esposa, también la categoría y sin juzgar, una amante, pero estos títulos están estrechamente relacionados a un varón, al hombre de la familia, a la necesidad de él», (Rubin, 1986, p. 101). Como premio al mérito de estos hombres se les asigna una mujer, o dos, si él lo cree menester, porque el proveedor decide cómo invertir en su hogar o sus hogares, porque no hay condena social al hombre infiel, hay premio a la virilidad. Sin embargo, no hay estatus para la mujer infiel, e incluso en el libro, la adúltera es condenada a lapidación y sólo la gracia del varón divino es quién la salva. La mujer infiel es excluida por la misma acción de su compañero de lecho, pero en la hipocresía de él está la condenación de la otra mujer. Tal vez, la mujer ni siquiera le guarda rencor a ella, como la otra, si no que lo odia a él por poder tener a otra mientras ella se ve obligada a conformarse con él.

En esencia, claro que ella rechaza a la otra, la insulta y degrada a su posición de amante, pero su enojo inconsciente no necesariamente va con la infidelidad, sino con la inferioridad social al que él la degrada con la existencia de la otra. Otra mujer que es su hermana, su madre, su hija, su amiga, otra mujer que no puede ser suya y no tiene que ver con su capacidad, más bien con lo que se decide sobre ellas, ellas se bastan a sí mismas, pero la sociedad ya decidió a quién pertenece cada una, es el “elemento histórico y moral” de Marx (Marx en Rubin et al, 1986), incluso, el que las relega a satisfacer la necesidad y nada más.

Esto trasciende y no es sólo en “Ultraviolence” dónde lo encontramos, es sólo una muestra, la música es esa manera de comunicación que va más allá del lenguaje, transmite más cosas que sólo una palabra y por eso la importancia de dar una mirada diferente. Lana es una mujer que llora y ríe, transmitiendo un mensaje que carga la idea de quién debe ser una mujer que ha pesado por generaciones y en la ambivalencia de cómo es una mujer encontramos las clasificaciones generacionales. La otra mujer no es un elemento nuevo, la mujer tampoco, sin embargo, de esos clásicos elementos emergen las nuevas categorías, menos barrocas, mucho más populares, masificadas en las bocas de hombres que se refieren a mujeres según lo que consideran de ellas; la puta, la santa, la mina para el rato, la mina para casarse, la intocable porque le gusta a algún amigo y la que le gusta a todos.

La necesidad masculina de clasificar a las mujeres entre santas y putas, es casi un hecho inherente del hombre, el degradar el objeto de amor para sustentar su autoestima es fundamental para él (Horney, 1980, p.166). Por eso encontramos, en lo que mencionaré como “Madonna-Whore Dichotomy”, esta tendencia inconsciente de clasificar de manera binaria a las mujeres. La cultura ha moldeado la mente masculina haciendo a los hombres dolientes de este complejo, llevándolos a hallar la satisfacción sólo mediante la denigración de la mujer hasta el grado de un objeto y haciéndolos incapaces de desearlas al mismo tiempo que las respetan, (Bareket et al., 2018).

Por ellos llega esta etapa de cosificación, él sostendrá una relación física con una mujer “fácil” por mero deseo de poder, mientras que jamás podrá satisfacer sexualmente a su esposa porque la respeta, porque es la madonna. La santa madre de sus hijos, es su santa madre, es el deseo por la madre que jamás pudieron soltar lo que resuena socialmente en la opresión femenina, es el Edipo no resuelto la eterna herida que mella el orgullo masculino y lo que los lleva a ver a las mujeres como objetos para su uso, a tener vidas sexuales y románticas infelices, a no poder ser fieles. Incluso en el hecho de la búsqueda de una mujer “promiscua” está la raíz de la preferencia en el profundo miedo al rechazo. Buscan a una mujer “fácil” para poder sentirse superior, a una prostituta que no puede rechazarlo, ya que en la profundidad de este desprecio está la envidia oculta de tener que “cumplir su rol” de varón, mientras que las mujeres sólo existen (Horney et al.,1980), sustentan su sistema que los hace miserables con su rabia y difunden la miseria desde la inconformidad a la que se han subyugado, el mundo de los corazones irrompibles, se quedan en su mundo de tonos fríos.

Sin confundir la idea principal, hay que reafirmar que ella existe y existirá sin lo femenino, sin lo histórico y moral, sin la norma, sin él, ella seguirá su nómade peregrinaje hacía su mundo nocturno, aleluya.

The other woman es un reflejo implícito de la dicotomía que reina explícitamente en la percepción de las mujeres, la mera existencia de concepto de la otra mujer, es el argumento principal, sin la clasificación de putas, santas, esposas y amantes, las mujeres no tendrían que ostentar un título tan mezquino a merced de sus hermanas, o ser la promiscua, la contraparte de la mujer de hogar, sin el sistema sexo-género, el capitalismo y su análogo patriarcado no hubiesen herido a las mujeres por tantos siglos, ni reprimido a los hombres de soltar la cárcel edípica. La otra mujer no tendría que esperar con sus uñas hechas y su casa limpia para que él llegue, ella no tendría que esperar a nadie, ni tendría una rival, dejaría su trono de soledad y finalmente, no sería la otra.

Referencias bibliográficas

Horney, K. (1980). “El miedo a la mujer”. En Karen Horney, Psicología femenina (pp.152-167). Alianza Editorial.

Bareket, O., Kahalon, R., Shnabel, N., & Glick, P. (2018). The Madonna-Whore dichotomy: men who perceive women’s nurturance and sexuality as mutually exclusive endorse patriarchy and show lower relationship satisfaction. Sex Roles, 79(9-10), 519-532. https://doi.org/10.1007/s11199-018-0895-7

Rubin, G., (1986). El tráfico de mujeres: notas sobre la «economía política» del sexo. Nueva Antropología, VIII(30), 95-145.

*Este artículo fue publicado originalmente en Intensa revista

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