Aún es fecundo el vientre de donde surgió la bestia inmunda

La cosa viene de lejos.

En 1941 Bertolt Brecht escribió una obra de teatro, La Resistible Ascensión de Arturo Ui, una sátira sobre la llegada al poder de Adolfo Hitler. “Aún es fecundo el vientre de dónde surgió la bestia inmunda” es una réplica de su epílogo.

Brecht tenía razón, henos ahí una vez más.

El nazismo no fue un cáncer exclusivamente alemán. El baile comenzó muy temprano: la Wehrmacht entró en Austria el 12 de marzo de 1938 con el sano propósito de imponer el Anschluss -o sea la anexión de Austria al Tercer Reich- sin encontrar la más mínima oposición. Francia e Inglaterra se limitaron a emitir una formal protesta diplomática: colonialistas ambos, su amor a la independencia de los pueblos aún no veía la luz del día.

Fue tal vez la razón que llevó a André Malraux a afirmar: “He visto las democracias intervenir contra casi todo, salvo contra el fascismo.”

Al mes siguiente los nazis organizaron un plebiscito para ratificar la anexión de Austria al Reich, y 99 % de los votos fueron favorables: ¿qué mejor que una votación bien organizada?

El contagio nazi tocó gran parte de Europa con mayor o menor virulencia: la lista de países que vieron surgir la bestia inmunda es larga como un día sin pan, y va desde las templadas playas del Mediterráneo a las gélidas aguas del Mar Báltico.

No sólo: el continente americano vio aparecer sus propias versiones del nazismo, desde la Bahía de Hudson al Estrecho de Magallanes.

Chile, que en estas cosas nunca se queda atrás, vió aparecer a Jorge González von Marées, mediocre abogado que fundó el Movimiento Nacional-Socialista de Chile (nazi), del cual fue el führer. Diputado de 1937 a 1945, terminó por adherir -no podía ser de otro modo- al Partido Liberal, donde fungió como Secretario General de 1950 a 1951.

Argentina -país que al fin de la II Guerra Mundial acogió numerosos nazis entre los cuales Josef Mengele y Adolf Eichmann-, tuvo su propia versión del nazismo. Según cuenta Horacio, los nazis argentinos organizaron -en el año 1938- el mayor acto político realizado fuera de Alemania. En el Luna Park, el mismo sitio en que fue velado Carlos Gardel.

Más tarde, la derrota del nazismo en Europa no eliminó a todos los criminales.
EEUU, que buscaba dominar el continente y apoderarse del imperio francés, combatió a De Gaulle que deseaba restaurar el poderío y la independencia de Francia. En el camino EEUU recicló numerosos nazis en okupaciones diversas y variadas, con el invaluable concurso del OSS (office of strategic services) y más tarde de la CIA.

De Gaulle nunca participó en las conmemoraciones del Desembarco en Normandía de las tropas yanquis, porque, como explicó claramente, a EEUU la liberación de Francia le importaba un pepino. El objetivo planeado era colonizar el país. A tal punto que la operación del desembarco recibió un nombre adecuado: Overlord (en inglés: señor supremogran patrón o bien señor feudal).

Francia sería, por la voluntad de Roosevelt, y con el amable concurso de algunos colaboradores galos, una suerte de dominio, colonia, asentamiento o toma de terrenos del Imperio.

En Francia, los colaboradores del nazismo fueron protegidos y reutilizados. Los enemigos de De Gaulle recibieron apoyo y financiación. No sólo los pendejitos que hacían el trabajo sucio, sino sobre todo los industriales como Jacques Lemaigre-Dubreuil y los banqueros como Jean Monnet que fueron esbirros de Roosevelt.

En un informe ultrasecreto del 6 de mayo de 1943 dirigido a Harry Hopkins, Secretario de Estado, Jean Monnet escribió:

“Es necesario concluir en que es imposible entenderse con él (De Gaulle); que es un enemigo del pueblo francés y de sus libertades (sic); que es un enemigo de la construcción europea (y) que por consiguiente debe ser destruido por el interés de los franceses…”

Lemaigre-Dubreuil y Monnet participaban de los planes de EEUU para colonizar Francia, y anclar el país en lo que sería más tarde la Unión Europea dominada por el Imperio. En ese empeño Jean Monnet y la CIA no se detuvieron ante nada, incluyendo campañas de mentiras sobre De Gaulle como aquella en la que participó la conocida revista LIFE según la cual el gobierno de De Gaulle era un antro de espías soviéticos.

Si en un ajuste de cuentas Jacques Lemaigre-Dubreuil murió asesinado (nadie quiso saber si por la CIA, los servicios secretos franceses u otra agencia…), en premio a sus obras al servicio de una potencia extranjera Jean Monnet reposa en el Panteón cerca de la tumba de Napoleón. Numerosas calles y plazas de diversas ciudades llevan su nombre, con la mención “Jean Monnet, Padre de Europa”.

Si no sabías por qué De Gaulle estimó siempre que Francia debía imponer su soberanía, ahora lo sabes.
Ya en 1958 Mon Général cuestionó la participación francesa en la OTAN.
En 1966 De Gaulle retiró a Francia de su Comando Militar Integrado.
En 1967 EEUU tuvo que evacuar 27 mil soldados, 37 mil empleados y 30 bases aéreas, terrestres y navales, que fueron transferidas a Bélgica.

Los felones que colaboraron con el nazismo fueron ejecutados por la Resistencia, como el almirante Darlan, o bien condenados a muerte y fusilados como el general Pierre Pucheu o Pierre Laval, presidente del Consejo de Ministros del régimen colaboracionista del mariscal Pétain. El mismo Pétain fue condenado a muerte, pero De Gaulle conmutó la pena por la de prisión perpetua, y el triste mariscal Pétain se pudrió en la cárcel -en la isla de Yeu- hasta su muerte en 1951.

Sin embargo -como se dijo- la epuración no fue total. Escaparon los de siempre: los grandes industriales, banqueros, financistas y especuladores que hicieron negocios con la Alemania nazi, con el régimen de Pétain, con los “liberadores” yanquis, y además se adosaron al Plan Marshall cuyo objetivo no era tanto la reconstrucción de Europa como su dominación por el “Amigo americano”.

Cuesta abajo en la rodada

Era a todas luces imposible conservar indefinidamente la grandeza política, intelectual y moral de un gigante como Charles de Gaulle.

Poco a poco, de Pompidou a Valéry Giscard d’Estaing, de François Mitterrand a Jacques Chirac -que le ganó en el año 2002 en la segunda vuelta de la elección presidencial a Jean-Marie Le Pen, padre de la oberstumführer actual-, Francia vio declinar la calidad de su personal político, al tiempo que crecía la influencia del “Amigo americano”.

Hasta que llegaron mediocridades como Nicolas Sarkozy, curioso gaullista que volvió a meter a Francia en la OTAN, aceptando la dominación del Imperio. Recientemente Sarkozy fue condenado a prisión por la Justicia, aunque sigue libre: entre Chile y Francia… ¿quién le copia a quién?

Sarkozy le cedió el paso a François Hollande, que la imaginativa lengua vernácula del personal calificó de couille molle (cojón blando). Couille molle cuya principal hazaña consistía en salir por las noches del Palacio del Eliseo, subrepticiamente, en motoneta y cubierto por un casco, a visitar a su amante. El socialista Hollande se deslizó a la derecha de tal manera que en la memoria colectiva François Mitterrand ya parece un bolchevique.

Quién pensó que con François Hollande Francia había tocado fondo, tuvo la desagradable sorpresa de ver llegar a Emmanuel Macron, un empleado bancario del Banco Rothschild, infiltrado en las esferas del poder por el propio Hollande.

Macron, -un pinche trader o especulador financiero si prefieres-, debía ser el muro que defendería la república contra el peligro fascista. Ese fue el cuento. Como demostraron las elecciones parlamentarias del 9 de junio recién pasado, Macron fue la autopista para la llegada triunfal de Le Pen, cuyo partido neofascista obtuvo el 31,5%, lo que sumado a dos o tres murgas nazistoides suman cerca del 40%. ¡Bravo el artista!

Para ser justos, estas nulidades no son las únicas responsables del desastre: décadas de políticas neoliberales emprendidas al tiempo y el ritmo impartidos por el “Amigo americano” provocaron la privatización de casi todo, el empobrecimiento de vastos sectores de la población, la degradación de los servicios públicos, el alza del precio de los suministros privatizados en el seno de un libre mercado a escala europea (un ejemplo, la electricidad: +72%), la proliferación de la incertidumbre para los pringaos, los récords de rentabilidad para los grandes capitales y el progresivo e imparable crecimiento de la extrema derecha neofascista. Fenómeno constatado no sólo en Francia, sino también en Alemania, en Austria y otros países.

Las mismas causas generan los mismos efectos. Ronald Reagan, George Bush y Bill Clinton por aquí, Margaret Thatcher y John Major por allá, la dictadura, la Concertación y sus herederos en la copia feliz del Edén… ¿Kastperabas?

Todo lo que precede, acompañado por los indetenibles y fatales efectos de la baja tendencial de la tasa de ganancia, la aparición, el desarrollo y la articulación de los países emergentes en el BRICS, la cada vez más evidente decadencia de “occidente”… no podía sino engendrar las crisis a las que asistimos ahora, el retorno de las fuerzas nihilistas del neofascismo, más y más guerras (actualmente se cuentan 56 guerras activas en el planeta), la conversión de los libre-mercadistas al proteccionismo comenzando por los EEUU y un gran etc.

Ningún imperio muere en paz.

John Mauldin, mi especulador financiero preferido, nos cuenta que todo esto ÉL lo había previsto y anunciado, es sabido que los traders son los profetas modernos:

The Coming Supercyclical CrisisThe Solution Created the ProblemNo Way Out

You know I’m highly concerned about government debt in the developed world, particularly the US. I’ve said for years a crisis is coming. We’ve blown right past all our chances to avoid it. Now all we can do is imagine what the crisis will look like… and how much it will hurt.

(traducción libre: “afírmate Catalina, que el cagazo que viene es megagaláctico…”)

Confrontado al desastre del cual él mismo fue el demiurgo, o al menos el detonante, Emmanuel Macron disolvió la Asamblea Nacional confiando en que pillaría a todo el mundo con los chiteco abajo.

Fue exactamente lo que ocurrió, si no fuese por un curioso imprevisto: confrontada a la amenaza del fascismo, la pijotera izquierda política que hasta ese momento se encontraba dividida… tardó solo un par de horas en proclamar su unidad para derrotar al fascismo, creando un Frente Popular.

Tú ya sabes, gato escaldado teme el agua fría… dice el proverbio.

La implosión se produjo en la derecha tradicional y en la murga macronista, que en virtud de un modo de escrutinio mayoritario virtualmente desaparecerían de la Asamblea Nacional.

La contienda electoral enfrentará a los neofascistas y sus recientes apoyos de la derecha tradicional, con la izquierda re-unida que promete una ruptura radical con el modelo neoliberal.

La prensa, la radio y la TV -en manos de oligarcas fascistoides- anuncian, palabra de economista, que todo esto genera incertidumbre en los mercados financieros lo que es totalmente irresponsable.

Aumentar el salario mínimo, cobrarle impuestos a los multimillonarios, ponerle freno a la inflación, financiar los servicios públicos, garantizar la previsión social, reducir el tiempo de trabajo… todo eso es irresponsable e irrealizable.

Expulsar a los mercaderes del templo… ya no es plan. Cambiaron a Jesús por el FMI.

Es mucho mejor olvidar la democracia burguesa, imponer una dictadura como la de Pinochet, amañarse otra Constitución a la medida y renovar el dogmatismo neoliberal, gracias a lo cual los mercados financieros no conocerían sino la tranquilidad y -eructando- se darían por ampliamente satisfechos.

Mientras tanto se produce, cada día, una impresionante movilización popular cuya fuerza se va imponiendo incluso por encima de la representación política de la izquierda.

Robespierre… camarada… ¿estás ahí?

El temor de los oligarcas se mide en la propaganda mentirosa y totalitaria que derraman -como un alud de mierda- periodistas amaestrados en los medios de comunicación privados. No hay otros.

Si el 30 de junio y el 7 de julio el Frente Popular gana las elecciones… su influencia se hará sentir en el mundo entero. No será fácil vencer al fascismo. Pero, como decía Nelson Mandela: Siempre parece imposible… ¡hasta que lo hacemos!

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