Por A Lepé M

Yo iba a cumplir 11 años, era diciembre y ese día era la graduación de los cuartos medios en el Liceo Francisco Solano que esta frente a mi calle. Los vehículos con los familiares de los graduados se estacionaban y llenaban la calle que a la vez era nuestra cancha de futbol. Como era habitual, con los muchachos del barrio pusimos las piedras que marcarían los arcos y comenzamos el partido en la misma esquina de mi pasaje frente al Liceo, donde siempre jugábamos. A cada momento debíamos detener la pichanga para darle pasada a los vehículos que seguían llegando y nos interrumpían nuestro partido de seis por lado.
Gol en contra, me tocaba ponerme al arco. Caminé y me puse entre las dos piedras mirando hacia la Av. Neptuno, dimos la partida, y pocos minutos pasaron. De pronto, desde mi arco veo doblar hacia la calle Membrillar un vehículo maniobrando temerariamente entre los otros vehículos, se detiene encajonado y descienden dos jóvenes que caminan agitados hacia lamuchedumbre que se aglomeraba afuera del Liceo. Tras ellos doblan dos o tres patrullas de pacos de esas blancas con negro, se detienen en la esquina y descienden muchos pacos armados y se atrincheran detrás de sus patrullas mientras algunos avanzan agazapados por los costados, suenan los primeros disparos, se desata el caos, no se quien abrió fuego primero.
Yo estupefacto al igual que todos los muchachos, al igual que los graduados, al igual que los padres de esos graduados, al igual que los vecinos y las viejas sapas, todos estupefactos. Veo que todo el mundo comienza a gritar, a agacharse y se lanza al piso, a esconderse detrás de los vehículos y a correr en diversas direcciones. La mayor parte de las personas huyo hacia el interior del Liceo, y de entre la muchedumbre y alejándose de ella, de entre los vendedores de flores y fotógrafos, veo correr a dos muchachos que se detienen cubriéndose detrás de un auto, luego continúan con la huida en dirección hacia mí. Como respuesta, reciben una lluvia de disparos los cuales también venían en dirección hacia mi arco, vi como los tiros rebotaban en los muros de las viejas casas de mi cuadra. Parado en mí arco quede en estado de congelamiento por algunos segundos, por el miedo, oyendo el tronar ensordecedor de los disparos y sí, es cierto: las balas silban cuando pasan a 1 metro de ti, silban al cortar las ondas del viento.
Veo a mis amigos lanzarse al suelo cubriendo sus cabezas, algunos llorando, veo a los vecinos huir despavoridos hacia el interior de sus casas y veo a los dos muchachos correr hacia mi trastabillando, veo sus caras y veo sus miradas perdidas. A pocos metros de mi veo el tronco de un árbol, no era un tronco robusto, pero era suficiente para mi cuerpo de 11 años, corro y me escondo detrás de aquel árbol, podía ver todo desde ese escondite, mi mente no entendía lo que ocurría, pero si comprendía el peligro de las balas.
Juan y Mauricio corrían hacia mi separados por algunos metros entre ellos y recibiendo el fuego que los pacos les lanzaban, uno de los muchachos, no se cual, paso por mi lado, a menos de dos metros de distancia, lo vi correr desvaneciéndose, perforado por las balas, vi su cara, sentí miedo de ellos, no sabía quiénes eran. Entre el ruido, escucho los gritos de una vecina de la casa de la esquina donde hoy está el negocio de “Don Willy”. La señora me grita aterrada: “ven corre, venga mijo que están disparando…” La miro y desde el árbol corro hasta la puerta de su casa, entro yo y otro par de mis amigos quienes también escucharon su llamado. Ahí nos resguardamos, ella nos dice: “vengan aléjense de las ventanas son balas y pueden entrar…” nos lleva hasta el interior de su casa y comienza a calmarnos.
Juan y Mauricio doblaron en la esquina de Pedro Urriola, trataron de correr, su suerte ya estaba echada, no lograron avanzar demasiado, uno de ellos callo a mitad de la cuadra, el otro se desvaneció al llegar a la esquina de José Joaquín Pérez. Tras ellos los pacos nerviosos armados hasta los dientes con revólveres, y uzis.
Fueron dos o tres minutos de caos y ruido ensordecedor, muchos disparos, ráfagas de uzi, tal vez 50 o más tiros que en un momento se detuvieron, silencio, gritos de los pacos, insultos de los pacos hacia las personas, eso es lo que oía desde dentro de la casa de mi vecina.
Transcurrieron 10 o 15 minutos, las cabezas de los vecinos comienzan a asomarse tímidamente por las ventanas y se encienden lentamente los motores de los vehículos de los graduados, mi vecina nos deja salir desde su casa, los padres de mis amigos buscaban a sus hijos, yo corro hacia mi casa, en la esquina estaba mi Tía Salo junto a otros vecinos nerviosos.
Luego supe que al sentir los disparos mi Tía Salo salió corriendo hacia la esquina de mi pasaje, había ido a buscarme, alcanzo a llegar hasta la casa de la vieja de los botones, ahí la detuvieron y le dijeron: “No Salo no vayas son disparos”, ahí la resguardaron mientras duro el tiroteo.
En mi calle, quedaron las huellas del enfrentamiento, el carro del pescado de mis vecinos feriantes quedo con perforaciones, había casquillos de balas que la gente recogió. El rumor hablaba de terroristas que se enfrentaron con la policía, se dijo que portaban bombas, que se habían subido a un árbol para esconderse, muchas otras cosas se dijeron. El rastro más impactante fue uno de sangre, por Pedro Urriola quedo ahí un rastro de sangre de los muchachos que cayeron heridos de muerte a pocos metros.
Ese día vimos los noticieros, pero nada se dijo. Con el tiempo supe que Juan y Mauricio, tras efectuar alguna acción de propaganda en las cercanías, fueron divisados por los pacos y se inició una persecución que los llevo hasta mi calle. Los muchachos doblaron en Membrillar tratando de evadir y perder a las patrulleras, al entrar en mi calle se percataron que no podrían continuar avanzando, era día de graduación y la calle estaba llena de vehículos de los estudiantes graduados y de sus familias, quedaron atrapados. Los muchachos descienden de su auto y tratan de mezclarse entre la muchedumbre, pero tal vez en ese momento recordaron una de las premisas principales del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, “jamás dañar gente inocente, pues es precisamente a ellos a quien tienen por misión defender, defender al pueblo”, tal vez por ese motivo los muchachos decidieron salir de la muchedumbre y huir en dirección opuesta, a riesgo de ser detectados por los pacos que venía tras ellos a corta distancia. En ese momento, al ser detectados, se inició el enfrentamiento.
Juan y Mauricio, tal vez armados con fuego de bajo calibre enfrentaron con valentía y asombroso coraje el poder de fuego de al menos 10 efectivos policiales armados con armas potentes. Juan y Mauricio, resistieron hasta donde pudieron, Juan y Mauricio fueron acribillados, los rostros de Juan y Mauricio están pintados en mi calle, Juan y Mauricio son héroes para mi pueblo.
Juan Francisco Fuentes Rojas de 20 años y Mauricio Alfonso Cancino Garín de 25 años, fueron combatientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Cayeron en combate. Los vi morir el día 14 de Diciembre de 1991 en la esquina de mi pasaje cuando yo tenía 11 años.











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