Lo que debemos poner a salvo en la tormenta

Por Raúl Zibechi

La ola de aranceles impuesta por el gobierno de Donald Trump nos introduce en un mundo desconocido en más de un siglo pero, sobre todo, acelera la tormenta sistémica contra los pueblos del mundo, desdibujando fronteras nacionales pero mantienendo las de clase, color de piel, géneros y generaciones. En suma, la guerra del arriba contra los abajos.

El EZLN viene hablando de la tormenta desde hace más de una década, explicando de qué ser trata y a quiénes afectará, pero también señalando la necesidad de organizarse y construir espacios y territorios “arcas” para sobrevivir de modo colectivo. Por lo tanto, no deberíamos sorprenderemos de que la tormenta ya está sobre nosotros y menos aún pensar que va a afectar a otros pero no a los nuestros.

Es evidente que para las y los de abajo no hay salvación individual, como sí la hay para los de arriba que tienen recursos suficientes, han construido sus otros mundos en islas remotas o en montañas inaccesibles, refugios dorados con abundante agua, alimentos de calidad y personal armado para cuidarlos. De todo esto hemos venido hablando en la década que nos separa del seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” celebrado en mayo de 2015, hace ya diez años.

En momentos críticos como el actual, podemos preguntarnos qué debemos poner a salvo en medio del caos sistémico, la violencia y los desastres naturales. La pregunta no es ociosa porque hemos visto que en los naufragios marítimos o en los accidentes aéreos, las personas suelen intentar salvar objetos de prestigio o valores como el dinero o cosas similares que ellos creen fundamentales. Es el modo capitalista de pensar y actuar, de colocar prioridades y jerarquías.

Como comunidades y colectivos podemos perder la tierra y los espacios recuperados, todo aquello que hemos construido con mucho esfuerzo, las viviendas, las escuelas y las clínicas, ya sea porque los gobiernos, sus paramilitares y narcos las destruyan y ocupan, o porque la madre tierra en su furiosa reacción contra las agresiones lance huracanes y diluvios devastadores. Por eso la historia de los diversos abajos está repleta de éxodos, caminadas colectivas en busca de nuevas tierras para eludir monstruos y tormentas.

No podemos perder a los seres humanos, las comunidades y grupos que formamos, el vínculo colectivo, porque las cosas materiales podemos repararlas o volver a construirlas si seguimos viviendo en común. No es la propiedad de la tierra lo que la hace común, sino los trabajos colectivos (mingas, tequios) que los realizan personas organizadas en algún espacio/territorio. Creo que ahí está la clave del común y creo que su núcleo son los trabajos en común, comunitarios, los que pueden salvar la vida incluso durante la tormenta.

Porque lo que se cae a pedazos, incluso sobre nuestros cuerpos, es mucho más que un gobierno, un dirigente o una nación. Ser cae el sistema-mundo, se está desmoronando toda una civilización capitalista, patriarcal y colonial, que ya no puede soportar la combinación de presiones desde abajo y la codicia impaciente e interminable de los de arriba. La tormenta, como sugiere una y otra vez el EZLN, no es la desaparición del planeta Tierra ni los seres humanos que lo habitamos, sino una profunda mutación que provocará el fin del mundo que conocimos.

Los poderosos están destruyendo todo para salvar su poder y sus riquezas, dando paso a un sistema que tal vez sea diferente al capitalismo pero seguramente más jerárquico y despótico, donde los pueblos serán esclavos de los poderosos. Este futuro en marcha es mucho más que la guerra comercial o material Estados Unidos-China, es otra cosa que a veces nos cuesta comprender porque estamos al final de un largo período de la historia en el que había cierto equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, algunos derechos que el Estado-nación respetaba aunque sólo fuera para domesticar las rebeldías.

Ellos vienen por nuestras tierras, quieren eliminarnos como pueblos y sectores sociales, convertirnos en meros consumidores para seguir acumulando. Nuestra resistencia es evitarlo colectivamente. Para eso debemos salvar lo colectivo/, muy por delante de las cosas materiales que nos rodean.

Y algo más: ponernos a salvo, desde los abajos, sólo es posible en común, con otras y otros, de modo que cuando ya nada quede en pie, seamos capaces de seguir adelante, siguiendo las huellas de nuestros antepasados para rehacer un planeta para todos y todas.

Fuente: https://desinformemonos.org/lo-que-debemos-poner-a-salvo-en-la-tormenta/

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