Chile: Como el país se entrega al Comando Sur con uniforme y cocaína

Secretaria de Seguridad Nacional de EEUU visita Chile 

Llegó sin alfombra, sin aplausos, sin protocolo. La secretaria de Seguridad Hemisférica del trumpismo no vino a negociar. Vino a inspeccionar. En Buenos Aires comió asado y posó para las cámaras con la elegancia de quien trata con pares. En Santiago, en cambio, la recepción fue gélida, casi burocrática, como si supiéramos de antemano que no somos parte del diálogo, sino del inventario.

Chile no fue visitado, fue revisado. Porque ya no se trata de acuerdos ni alianzas. Se trata de subordinación silenciosa. Y en eso, las Fuerzas Armadas chilenas han demostrado una eficiencia admirable: hoy ya no defienden al país, lo administran desde adentro para quienes mandan desde afuera.

Atrás quedó la épica de la soberanía. Lo que tenemos ahora es desfile patrio cada septiembre, himno con voz firme, y bajo todo eso, una estructura podrida que huele a reposo falso, polvo blanco y silencio institucional. Más de 3.500 uniformados se tomaron licencias médicas fraudulentas. Diagnósticos masivos por estrés, depresión laboral, patologías psiquiátricas de corte administrativo. Algunos paseaban por Miami mientras “descansaban”. Otros simplemente seguían trabajando por fuera, cobrando doble. Todo esto con la complicidad de médicos sin validación nacional y una cadena de mando que mira para el lado.

Pero si el fraude fuera solo médico, aún habría remedio. Lo que se devela en paralelo es una cultura entera de impunidad: carabineros y policías involucrados en el robo y reventa de drogas decomisadas, efectivos de la Armada transportando cargamentos por mar para bandas narco, y un uso creciente de sustancias entre personal activo: cocaína, marihuana, ketamina. Una distopía real, administrada con uniforme y pagada con fondos públicos.

La moral está tan degradada que ya no se oculta. El uniforme se ha convertido en una especie de pasaporte de inmunidad: borra antecedentes, limpia reputaciones, silencia medios. Y mientras el país civil se endeuda por salud y educación, los efectivos armados descansan en hoteles con fondos fiscales, amparados por licencias falsas y retiros de lujo.

En medio de este paisaje descompuesto, la política hace lo que mejor sabe: simula. La candidata presidencial de la centroizquierda, Jeanette Jara, militante del Partido Comunista-Socialdemócrata, ha optado por la estrategia preferida del progresismo domesticado: desmarcarse. No del Comando Sur, no de la corrupción interna, no de la presencia extranjera. Se desmarca de Venezuela, del bolivarianismo, de cualquier símbolo que huela a integración latinoamericana autónoma. Porque en tiempos de sheriff, nadie quiere parecer aliado del enemigo.

Y es que el relato está perfectamente estructurado: el nuevo mal absoluto se llama Tren de Aragua, y contra ese mal hay que desplegar fuerza, control y obediencia hemisférica. Lo que se omite, por supuesto, es que el verdadero enemigo ya no está en la frontera. Está en los cuarteles. El crimen organizado no entra al Estado: sale de él.

La visita de la funcionaria de Trump no fue una cortesía diplomática. Fue una lectura del parte. Un chequeo de alineamiento. Y Chile respondió como se espera: con docilidad, con silencio, con sobreactuación patriótica para maquillar la entrega.

Lo que ocurre en Chile no es falta de leyes. Es falta de dignidad institucional. Porque nuestras Fuerzas Armadas, que aún se visten con la retórica del deber y la nación, hace rato dejaron de servir al país. Hoy sirven a una estructura de poder que no pasa por La Moneda, ni por el Congreso, ni por ningún espacio democrático.

El uniforme ya no representa soberanía. Representa orden importado, discurso comprado y protección mutua entre corruptos. Y mientras tanto, la sociedad civil se desgasta intentando sobrevivir entre migajas de Estado, discursos vacíos y una seguridad convertida en mercancía al servicio del extranjero.

No es exageración. No es panfleto. Es el parte diario de un país en entrega progresiva. Y esta vez, ni siquiera hubo desfile.

Diario La Humanidad

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