por Jorge Gálvez*

La nueva amenaza militar de Estados Unidos contra la República Bolivariana de Venezuela constituye un ataque directo contra la soberanía latinoamericana y una violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas. No se trata de simples maniobras militares en aguas internacionales: tres destructores, un submarino y más de 4.000 soldados estadounidenses se han desplegado frente a las costas venezolanas, con el claro objetivo de intimidar, desestabilizar y preparar el terreno para una agresión armada.
La pregunta es inevitable: ¿cuál es el verdadero motivo de esta provocación? La respuesta ya fue revelada por el propio Donald Trump, quien confesó públicamente: “Nos habríamos apoderado de todo ese petróleo”. Esa frase, que debería haber provocado un escándalo mundial, es la confesión desnuda del plan de saqueo imperialista: apropiarse de los recursos estratégicos de Venezuela, principalmente su petróleo, bajo la excusa de la “lucha contra el narcotráfico”.
La historia se repite con la misma receta que en Irak, Libia, Siria: primero la demonización del gobierno legítimo, luego la fabricación de mentiras, y finalmente la invasión para imponer un modelo neoliberal sumiso a las corporaciones. En el caso venezolano, la narrativa imperial se construye en torno al invento del llamado “Cartel de los Soles”, una acusación que el presidente colombiano Gustavo Petro comparó directamente con las falsas armas de destrucción masiva utilizadas como pretexto para la guerra contra Irak. Petro señaló sin titubeos: “Quien maneja el tráfico de cocaína por Venezuela no es el ‘Cartel de los Soles’, esa es una mentira… Los responsables son los mismos que manejan el narcotráfico en el Catatumbo, en los llanos y la sabana de Bogotá: se llaman la Junta del Narcotráfico y el Gobierno de Estados Unidos”.
De esta manera, queda al descubierto el carácter criminal de las acusaciones contra Venezuela: no son más que montajes diseñados para legitimar una agresión militar, disfrazada de “guerra contra las drogas” y de “defensa de la democracia”.
Pero Estados Unidos se equivoca de pueblo. Venezuela no es un país débil ni dividido, como lo sueñan los estrategas del Pentágono. La Revolución Bolivariana, pese a años de sanciones, bloqueos financieros y sabotajes, ha consolidado un proceso de unidad nacional y de movilización popular sin precedentes.
Hoy, más de cuatro millones quinientos mil milicianos y milicianas forman parte de la defensa integral del territorio. A ellos se suman las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB), leales a la Constitución y al mandato del pueblo. Esta es la razón por la cual Washington no ha podido ejecutar sus planes de invasión directa: porque se enfrentaría a una nación en armas, consciente de su soberanía y dispuesta a resistir hasta las últimas consecuencias.
El presidente Nicolás Maduro lo expresó con absoluta claridad y firmeza: “Nuestros mares, nuestros cielos y nuestras tierras las defendemos. Nosotros las liberamos. Nosotros las vigilamos y las patrullamos. Ningún imperio va a tocar suelo sagrado de Venezuela ni debería tocar suelo sagrado de Sudamérica”.
Estas palabras son la voz de un pueblo que conoce su historia y que sabe que Bolívar no luchó para que el suelo patrio terminara convertido en colonia de potencias extranjeras.
Una amenaza contra toda América Latina
La amenaza a Venezuela no puede verse como un hecho aislado. Si hoy se permite la invasión o el saqueo de la patria de Bolívar, mañana se justificará la misma política de fuerza contra cualquier país de América Latina. El mensaje es claro: defender a Venezuela es defender a toda la región.
Estados Unidos busca reinstalar en nuestro continente la vieja doctrina del “patio trasero”, donde cada nación queda sometida a las órdenes de Washington. Su estrategia apunta a imponer constituciones neoliberales, gobiernos serviles y economías abiertas al saqueo de sus corporaciones. Venezuela, con su proyecto bolivariano, se ha convertido en un obstáculo real para esa dominación.
Por eso la defensa de Caracas no es solo un deber de los venezolanos, sino un compromiso de todos los pueblos latinoamericanos que creemos en la soberanía, en la independencia y en la construcción de un futuro común.
Washington insiste en disfrazar sus verdaderas intenciones con el lenguaje hipócrita de la “democracia” y la “seguridad”. Hablan de narcotráfico, cuando es sabido que el mayor corredor mundial de cocaína tiene su ruta asegurada en puertos y aeropuertos controlados por el propio Gobierno de Estados Unidos. Señalan con el dedo a Caracas, mientras silencian la complicidad del capital financiero internacional que lava miles de millones de dólares del narcotráfico en bancos de Nueva York, Londres y Miami.
El objetivo no es la “seguridad hemisférica”, sino la destrucción del proceso bolivariano, porque éste encarna una alternativa real al neoliberalismo y al vasallaje de la región. Quieren acabar con la Constitución venezolana, que establece un modelo de democracia participativa y protagónica, para reemplazarla por una carta neoliberal hecha a la medida de Wall Street y del FMI.
Pero esa operación choca contra una realidad indestructible: el pueblo bolivariano no está dispuesto a retroceder ni un centímetro. La disposición de lucha y la claridad política de los venezolanos han sido reconocidas en todo el mundo.
Hoy, la amenaza imperialista contra Venezuela debe ser entendida como un punto de quiebre. Si aceptamos esta agresión, abrimos la puerta a que mañana cualquier nación de nuestra América sea invadida con cualquier pretexto. Pero si cerramos filas, si levantamos la voz y movilizamos a nuestros pueblos, habremos dado un paso decisivo en la derrota del imperialismo en nuestra región.
La lucha del pueblo venezolano es la lucha de todos los pueblos de la Patria Grande. Como ayer lo hicieron Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins y Manuel Rodríguez hoy corresponde a nuestros pueblos levantarse con dignidad para impedir que el imperio pisotee de nuevo nuestras tierras.
Venezuela no se rinde. Venezuela resiste. Y con Venezuela, América Latina entera se levantará contra el saqueo imperialista.
Si atacan a Venezuela, atacan a toda la región.
América Latina es libre y no será nunca patio trasero de nadie.
¡Soberanía o nada!
* Coordinador Nacional de Mov. Soberanistas de Chile









