Bolivia. Miseria de la demagogia

por Camilo Katari

¡¡En un día carajo!! Fue el grito de guerra de la campaña electoral de Rodrigo Paz. La realidad demostró el carácter engañoso de esta afirmación.

Se dice, en la tradición política, que en Bolivia se puede sembrar nabos en la espalda del pueblo; esto efectivamente quedó demostrado en los últimos dos años del gobierno de Luis Arce; y toda esperanza en la democracia y la posibilidad de cambio, apostando al “mal menor” ha quedado como una más de las frustraciones políticas en nuestro país.

La particularidad de este nuevo engaño político de Rodrigo Paz, se da en un contexto de la debilidad de todas las organizaciones sociales -producto de los 20 años de neoliberalismo- y profundizada en el “proceso de cambio”, que fomentó mecanismos corruptos en el seno mismo de las organizaciones, comenzando por la Central Obrera Boliviana (COB), despojando el potencial revolucionario y rebelde de las organizaciones, cooptando a los dirigentes que se convirtieron en “agencias comerciales de empleo” antes que fortalezas de reproducción ideológica-organizativa del proceso iniciado en el año 2000 con la guerra del agua. La miopía de quienes estuvieron en las direcciones de administración del gobierno, descuidaron el fortalecimiento organizativo político-ideológico, permitiendo el reciclaje de “izquierdistas” que no tomaron en cuenta la potencia de los pueblos originarios como los gestores del Instrumento Político. Estos errores fueron apreciados correctamente por las poderosas agrupaciones empresariales de oriente del país, que sin tomar en cuenta a “sus” partidos políticos, tuvieron la capacidad de gestar una movilización de las clases medias urbanas, apoyadas por sus grupos de choque juveniles, que culminó con el golpe de 2019.

El gobierno actual es el “entronque” con esa aventura golpista que no tuvo éxito, pero que sirvió para un reacomodo de los gestores políticos de los intereses empresariales, hoy actores de primer plano en este gobierno.

El “fenómeno Lara” (tuvimos a un Max Fernández, un “compadre Palenque) no es nuevo en Bolivia, es casi una constante en nuestra historia. Personajes que tienen capacidad de acumular fuerza social por el descreimiento de los actores políticos (partidos), y difusores de un ideario basado en el sentido común de las necesidades y los defectos estatales como la burocracia y la corrupción. ¿Quién no quiere terminar con la corrupción? Este sentido común, basado en la frustración del segundo “proceso de cambio” desprendido de los principios ideológicos originarios, y con el objetivo de la reelección, se dedicaron a profundizar las divisiones de todas las organizaciones del denominado, paradógicamente, “Pacto de Unidad”.

En este escenario se instala en el gobierno un político profesional (con 20 años de práctica) que con el mejor olfato político cooptó a Edman Lara, el “cosechador” de los votos para Rodrigo Paz. La filiación política -neoliberal- de Paz no coincide plenamente con las promesas y el sentido común de Lara. Esto no significa ningún peligro para la administración neoliberal cuya vanguardia se encuentra conformada por militantes del viejo MIR y tecnócratas ultraliberales, cuya política pública se encuentra concentrada en “Bolivia en el mundo”, un eslogan renovado de “Bolivia se nos muere” con el que se justifica: el endeudamiento, la privatización y el saqueo de Bolivia.

Los estrategas miristas (del gobierno actual), formados en la socialdemocracia europea, asimilaron muy bien las políticas distractivas y termidorianas de la gestión pública y las están implementando compartiendo el poder con la institucionalidad jurídica convertida en un suprapoder gracias a la gestión de Luis Arce.

El campo popular no tiene en este momento una vanguardia organizativa y de orientación de la lucha de resistencia. Tal parece que nuevamente el ciclo neoliberal será de larga duración. Los 20 años del periodo neoliberal anterior, que comenzaron con el D.S. 21060, destruyeron el movimiento minero, el golpe del 2019 y los 5 años de gobierno de Luis Arce quebraron la unidad del movimiento de pueblos y naciones originarias, reposicionando en la sociedad el imaginario colonial-racista.

¿Cómo resistir en una sociedad racista, muy urbanizada y con una hegemonía de medios de comunicación, reproductores del neoliberalismo? Los procesos de acumulación de fuerza popular llevan tiempo, estos tiempos tienden a ser cortos en la medida de una dinámica actividad organizativa y de consolidación de acción político-ideológico. Los intentos de unidad llevados a cabo no son fructíferos porque se mantienen los viejos prejuicios y los delirios individuales del caudillismo, y en este plano se trabajan candidatos para las elecciones subnacionales. Los candidatos sin una ideología clara que sea la garantía ética de su actuar, no garantizan nada, por el contrario, seguirán las actitudes de poder concentrados en el individuo, reproduciendo los discursos demagógicos del actual gobierno.

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