Bolivia. Crisis del sistema político

por Antonio Abal O.

La democracia, ese sistema creado como el mejor ejercicio de la política y que asentada en el pueblo, pretende una participación ciudadana basada en los programas y propuestas de los partidos políticos, en teoría el “corazón de la democracia”, se encuentra en una profunda crisis.

En Bolivia, este sistema de partidos ha sido destruido y la política se ha convertido en una farándula de “vedettes”. Esta transformación es la concreción del diseño imperial del individualismo extremo y de la política como inversión; además es la continuación, como una segunda etapa del proceso despolitizador/desideologizador que comenzó en la primera etapa neoliberal de 1985 y continuó durante los 20 años de su duración.

El desmoronamiento del sistema de partidos ha tenido como directa consecuencia, la consolidación de los medios de comunicación como su reemplazante y dispositivo de emisión de ideas y posicionamiento de personajes individuales. Otra particularidad de este escenario antidemocrático es el reemplazo del sustento ideológico por el racismo.

Al éxito político del “tictokero” E. Lara, que pretende un espacio propio en la política boliviana, en las próximas elecciones subnacionales le acompañan personajes de la más vieja práctica política y todos ellos provenientes de la derecha y se vuelven a escuchar nombres como MNR, FSB, CONDEPA, MIR, ADN, que son sólo siglas vacías adheridas a la fórmula de Agrupaciones Ciudadanas.

El colapso de los partidos políticos en Bolivia es resultado del ajuste estructural, como señalamos antes, y por la acumulación de fuerza social ciudadana en las guerras del agua y del gas. En ese escenario de crisis de la derecha boliviana es que se concreta el “Instrumento Político” como la novedosa forma de enlazar organizaciones sociales y partido político.

Pero regresemos al desmoronamiento de los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema democrático. En esta crisis ya no sirven los programas y propuestas, que son simplemente “un saludo a la bandera” que el Tribunal Supremo Electoral no se molesta en exigir su cumplimiento, al igual que las primarias y la elección de candidatos. O sea, estamos plagados de actos ilegales, legalizados por los mismos instrumentos que deberían cuidar el sistema democrático como tal.

Debido a este fenómeno de separación del programa/oferta electoral y los actos de gobierno en la realidad, tenemos el fiasco democrático, es decir que los electores no eligen un programa de gobierno, sino a un presidente que cómodamente y sin ningún rubor cambia sus promesas electorales por el “programa subterráneo”, cosa que ocurre en estos momentos en Bolivia.

El desmoronamiento de la política y la cultura política, hace que las generaciones de este nuevo siglo no conozcan nada de la historia y comportamiento de la vieja política boliviana y reciben como “propuesta de cambio” el viejo programa de ajuste estructural neoliberal, denostado por algunos de sus promotores y corroborado por el novísimo Consenso de Londres.

La tarea de repolitización de la sociedad boliviana, será una tarea lenta, primero, por la no existencia de una organización con las cualidades pedagógicas de emprender esta tarea y segundo por el sistema prebendista que impera en las organizaciones sociales que, superando el sindicalismo reivindicativo, dieron el salto cualitativo hacia la práctica política y la disputa del poder, cuyo resultado fue la cooptación de estas organizaciones en la vieja práctica prebendal, base de la corrupción de dirigentes, que a su modo asumieron que esa es la forma de acceder al poder político.

La natural desconfianza en los liderazgos políticos que emergieron de las organizaciones sociales, ha logrado votos por el “mal menor” como un mínimo de mecanismo de defensa ante la arremetida de la derecha, mecanismo que ya ha demostrado su falsedad. Por eso el proceso electoral subnacional es el mejor termómetro para medir hasta donde se ha consolidado este proceso de desmoronamiento de los partidos políticos y la despolitización de nuestra sociedad.

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