Francia: el presupuesto, el portaaviones y la deuda (Actualizado)

por François Vadrot y Fausto Giudice

Un portaaviones que cuesta lo mismo que 480 escuelas o 100 hospitales… Para qué?

Agárrate: a fines del 2025, Francia navega hacia el 2026 sin presupuesto votado, pero con un portaaviones nuevo en construcción y un océano de deuda en la bodega. La ironía está al máximo en nuestro querido país, donde se puede estar sin una ley de finanzas aprobada y a la vez lanzar orgulloso la construcción de un buque de guerra de 310 metros.

Aunque Francia no tiene -por ahora- ningún presupuesto validado, igual encuentra la forma de comprarse un juguetito de 10.200 millones de euros, un portaaviones de “nueva generación” previsto para el 2038. Y todo esto cuando la deuda pública roza los 3,5 billones de euros, o sea el 117% del PBI.

¡Bienvenidos a Francia, tierra de paradojas presupuestarias!

Presupuesto 2026: bloqueo parlamentario y parche nacional

Así que Francia arranca el 2026 con la billetera vacía y las manos atadas. Al no haber acuerdo entre diputados y senadores en la comisión mixta paritaria, no se pudo adoptar ningún presupuesto 2026 antes del 31 de diciembre.

Para que el Estado no se vaya a pique el 1° de enero (la pesadilla del “cierre” estilo yanqui que nuestra Constitución justamente trata de evitar), el gobierno sacó una solución de emergencia: una “ley especial” votada a toda prisa para financiar provisoriamente al Estado. Ojo, no es un presupuesto de verdad (hasta el mismo Emmanuel Macron lo admite, este parche legislativo “no es un presupuesto” y “no arregla los problemas del déficit”, creando así “problemas en las prioridades del país”).

En criollo, la ley especial solo permite cobrar los impuestos que ya existen y hacer andar la administración en enero, prorrogando los gastos al mínimo. Mientras tanto, las grandes decisiones políticas quedan en pausa.

Esta situación de circo tiene un tufillo a déjà-vu: el año pasado, una ley especial ya había permitido ganar tiempo hasta que se votó un presupuesto en febrero. Pero nos ocurre de nuevo en el 2025, señal de una democracia presupuestaria trabada. El Parlamento queda de hecho cortocircuitado, y el ejecutivo otra vez amenaza con el famoso artículo 49.3 (disposición constitucional que le permite al gobierno francés aprobar una ley sin votación parlamentaria) para forzar la mano a principios del 2026 . Porque sin presupuesto votado, el gobierno tendrá que poner en juego su responsabilidad e imponer la ley de finanzas por la fuerza del artículo 49.3, a menos que deje al país navegando a los tumbos por meses.

La sombra del 49.3 -ese instrumento odiado por la oposición- planea pues sobre el mes de enero como la única forma de poner el barco Francia de nuevo en la senda presupuestaria (o mejor dicho en su estela, deberíamos decir).

Ironía mordaz: para financiar bien a nuestras fuerzas armadas en el 2026, quizás haya que torpedear el debate parlamentario. En una República tan orgullosa de su Parlamento, he ahí el arma de disuasión política otra vez de moda para gobernar.

El primer torpedo destruyó el debate parlamentario…

Y mientras Bercy (ministerio de economía francés) se entretiene con cuentas provisionales mensuales, otro evento está generando revuelo: Emmanuel Macron lanzó oficialmente el proyecto del nuevo portaaviones francés. Aprovechando una visita antes de navidad a las tropas francesas estacionadas en los Emiratos Árabes Unidos (uno se pregunta qué hacen allí…) el presidente confirmó la construcción del sucesor del Charles-de-Gaulle, planeado hace tiempo.

El PANG (por Portaaviones de Nueva Generación), su nombre en clave, entrará en servicio en 2038 y medirá 310 metros de eslora con 80.000 toneladas de desplazamiento. Con sus 2.000 marineros y sus 30 cazas embarcados, este monstruo marino a propulsión nuclear pretende mantener a Francia en el club muy cerrado de las potencias con portaaviones. El costo del prestigio: 10.200 millones de euros, precio de amigo…

En cambio, en mayo de 2025, Corea del Sur abandonó oficialmente su proyecto de portaaviones CVX. No sólo por razones presupuestarias, sino porque los estrategas surcoreanos aprendieron la lección de la guerra en Ucrania. Misiles de precisión, drones kamikazes, saturación de defensas: los grandes buques se volvieron vulnerables.

En lugar de invertir 5.000 millones de dólares en un símbolo flotante, Corea optó por un buque de comando que dirige enjambres de drones, menos prestigioso pero más ágil, más adaptado a las amenazas actuales.

Claro, nos dirán que la construcción del PANG estaba planeada desde hace mucho, aprobada en la ley de programación militar e incluso incluida (con un primer cheque modesto) en la ley de finanzas 2025. ¿Y ahí? Ver al Estado desbloquear miles de millones para un emblema militar mientras es incapaz de votar un solo euro de gastos civiles para el Año Nuevo es para quedarse patidifuso.

En Washington, un bloqueo presupuestario paraliza las agencias federales (shutdown); en París, seguimos anunciando orgullosos un buque de guerra high-tech “garante de nuestro poderío” mientras no podemos cerrar las cuentas de la Nación. ¿Dónde está la trampita?

Obviamente, la defensa nacional es un tema estratégico. Pero también hay que tener los medios de sus ambiciones…. Y la realidad es que Francia se endeuda desde hace décadas, y ya gasta más de 57 mil millones de euros cada año en sus fuerzas armadas, monto que Macron quería llevar a 64 mil millones en el 2026.

Con un presupuesto en déficit permanente, este aumento está colgando de la calculadora… salvo que el gobierno lo fuerce en el parlamento. La máxima ironía sería que este flamante portaaviones, símbolo de soberanía, sea entregado dentro de quince años a un país exangüe financieramente y dependiente del crédito extranjero.

¿Un gigante de los mares para un enano presupuestario?

Una deuda masiva que frena la acción pública

Porque la verdadera gran misa financiera se está librando en el frente de la deuda. Cerca de 3,5 billones de euros de deuda pública a fines de 2025, un récord histórico fuera de períodos de guerra o pandemia. Eso representa alrededor del 117% del PIB, un nivel que pone a Francia en el poco envidiable podio de los países más endeudados de Europa, justo detrás de Grecia e Italia. Y lo peor: esta deuda aumenta sin tregua ni pausa: +181 mil millones en un año. Desde hace 50 años, Francia vive a crédito, gastando cada año más de lo que recauda. Todos los presupuestos están en déficit desde 1975, alimentando una bola de nieve financiera que crece, crece… y amenaza con tragarnos crudos.

Esta montaña de deuda cuesta cada vez más caro: el servicio de la deuda, o sea, sólo los intereses que Francia paga a sus acreedores, moviliza unos 52 mil millones de euros en 2025, es decir el 8% del presupuesto del Estado. Se convirtió en una de las partidas de gasto público más importantes del país. Y esto recién empieza: Bercy (el ministerio de economía francés) prevé 60 mil millones de intereses para pagar en 2026, y 77 mil millones en 2028. O sea, en tres años, el costo anual de la deuda se acercará al del presupuesto del Ministerio de Educación Nacional. En 2028, financiaremos un portaaviones cada dos meses. Sólo que nunca navegarán, hundiéndose directo en los bolsillos de los acreedores. Algunos analistas ya hablan del escenario negro: inversores huyendo de la deuda francesa, tasas que se disparan, recortes presupuestarios impuestos. En esta tormenta que se viene, Emmanuel Macron sueña con grandeza naval mientras las cuentas públicas se hunden.

Entonces, ¿qué sacamos de este cuadro a la vez tragicómico y preocupante?

Acá tenemos a Francia construyendo una herramienta de poderío militar impresionante, mientras se cava cada día más su tumba financiera. La tensión entre las ambiciones y la realidad nunca fue tan fuerte: por un lado, una voluntad de mantener su rango mundial (un portaaviones, ejércitos mejor financiados); por el otro, arcas vacías y una situación de bloqueo democrático (Parlamento fracturado, presupuesto atrasado, deudas y déficits crónicos).

Situación burlesca, que no deja de recordar a Buster Keaton y la escena de la botadura en «El Barco» (The Boat, 1921). El barco, bautizado con una botella barata, se desliza por la rampa, majestuoso… y se hunde al toque.

En el mundo de Buster Keaton, es un chiste. En Francia, es una partida presupuestaria.

POLITIKA

Fuente: https://substack.com/inbox/post/182505152

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