
Existen asuntos prioritarios para una sociedad a los que, sin embargo, la mayoría de sus miembros deciden darle incomprensiblemente la espalda. Existen males intrínsecos al ser humano, escondidos en la parte más recóndita de nuestras sociedades, que se repiten generación tras generación, sin que el silencio social logre acallar los gritos de aquellos que sufren en sus carnes el constante peso de la desigualdad. El racismo, como la más profunda estupidez humana, no se trata de un asunto propio del fútbol. Aunque de forma lamentable, puede que efectivamente dicha actitud se reproduzca especialmente en sus estadios. Amparados en la particular atracción que el anonimato produce para los especímenes más cobardes del Homo sapiens, los gritos racistas, las consignas segregacionistas o los sonidos evocando a un pariente animal –en cierta forma, moralmente más evolucionado que gran parte de nuestros congéneres– se reproducen como muestra del profundo desprecio que estos miserables se sienten por el…
Ver la entrada original 979 palabras más