Colombia. Generación del ‘No Futuro’: La oportunidad de otro presente

Por Ancizar Guzmán Madrigal


Algunos lectores se acordarán de la película ‘Rodrigo D´ no futuro’, dirigida por Víctor Gaviria y protagonizada por Ramiro Meneses. Otras personas la relacionarán con una realidad vivida a diario en las periferias de muchas ciudades de nuestro país, siendo una forma de plasmar contextos sentidos y encarnados por muchos jóvenes y comunidades de la Colombia con un Estado que le ha dado la espalda. Situación manifiesta y aproximada para muchos que se articularon en las calles a una voz en el paro nacional del 2021 y que hoy en el 2022 muchos no olvidamos, siendo la chispa que perdura en el inconformismo y la esperanza para seguir soñando un país distinto y mejor que puede ser construido desde la academia, las calles, los territorios y las urnas, codo a codo con las comunidades.

Colombia contó con cifras de desempleo de 13,7% registradas en el 2021, traduciéndose en 3,35 millones de desocupados, y en 2022 la cifra fue de 14,6% de acuerdo al último censo. En jóvenes de 15 a 28 años el desempleo en el 2021 fue del 21,5% y en el 2022 el desempleo para esta misma población se ubicó en 20,6%. La informalidad en el 2022 es del 42,5 % en el último censo. En ese sentido, la población ocupada en 13 ciudades principales es de 9,767 millones de personas, de las cuales 5,620 millones están en el empleo formal y el restante 4,148 millones sobreviven en la informalidad; datos según el DANE, las cuales evidencian que las cifras no varían mucho entre el año 2021 y el último censo del 2022, que fue realizado comenzando el año. Por un lado, no es nada alentador lo que expresan los números oficiales en el tema de empleabilidad, y por el otro, demuestra que la vida real es cruda y claramente sin posibilidades, y que se siente y se repite en jóvenes y hogares empobrecidos.

De igual manera, las realidades de jóvenes que históricamente han sido privados del acceso a la educación, empleo, salud, vivienda digna, cultura, desarrollo humano y social, son fomentados por innumerables y crecientes dudas de caminos sin horizonte, donde se vive el día a día sin saber qué será mañana, donde se ha precarizado y excluido de la posibilidad de empleo o trabajo formal a esta generación, siendo el trabajo informal la única y obligatoria opción para sobrevivir y no morir de hambre, o no hacer parte de las cifras de delincuencia. Todo sumado a una pandemia inesperada, mal gestionada por los gobiernos municipales, departamentales y nacional, que solo la aprovecharon para negociar beneficios con grandes empresarios y banqueros con los recursos públicos, mientras el pueblo aguantaba hambre, debía arriendo, perdía sus empleos y crecían sus deudas acompañadas de la incertidumbre y zozobra del mañana.

La desconfianza de un no futuro y la esperanza que algo se podía hacer, dio lugar al denominado “estallido social” como expresión de inconformismo y cansancio del olvido estatal como del cinismo de los gobiernos de turno, además de un sistema económico y político que ha excluido a millones de personas de oportunidades, de una vida digna, con pleno desarrollo humano y social. El pueblo asumió su papel histórico de emprender una vez más acciones y propuestas que imprimieron huella profunda y latente en la movilización social.

Es irónico y curiosamente injusto que en Colombia quien ha protestado o exteriorizado su inconformidad en las calles, por medio de la movilización, el plantón, el mitin o la expresión cultural, ha sido tildado y señalado como vándalo, violento, terrorista, guerrillero, agitador o cualquier otro epíteto para deslegitimar, estigmatizar o macartizar a quienes ejercen su derecho constitucional a la protesta social. Como fue evidente ante los ojos de millones de colombianos y la comunidad internacional en material fotográfico y audiovisual, las prácticas de infiltración, provocación y agresión de la integridad física y moral del pueblo manifestante, por parte de miembros de la fuerza pública. Innegablemente desde el 28 de abril del 2021 resultaron jóvenes agredidos física y sexualmente, asesinados, mutilados y desaparecidos, que hoy ya no son noticia en los medios masivos y hasta quizás hoy pueden ser hechos sepultados en la impunidad.

Mientras que esos gobernantes tradicionales y gobiernos de turno llaman a Colombia ‘un país democrático’ de manera resonante en vísperas de elecciones; a los jóvenes y comunidades repartiéndoles saludos, abrazos y algo más que falsas promesas para hacerlos partícipes en política electoral, para finalmente pasadas esas fechas de sufragios, volver a ser cifras y los ‘nadies’ que históricamente han ninguneado. Por tal razón es importante reconocer y no olvidar el estallido social de nuestro país y pueblo, entendiendo la importancia de construir de manera autónoma, colectiva, digna y re-existiendo la organización social y procesos comunitarios tanto en las ciudades y zonas rurales, reivindicando sus derechos y desarrollo humano para hacer real los sueños de país.

Por lo tanto, es importante el papel que han realizado los jóvenes y las comunidades, al tomar la decisión de autogestionar su futuro e incidir en la realidad de las regiones y el país, por medio de la expresión colorida, musical, y multitudinaria de procesos organizativos junto con mujeres, etnias, campesinos, estudiantes, inconformes e indignados. Todo esto enseñó a organizarnos de acuerdo a nuestras realidades y contexto nacional, también enseñó a pintar a varias manos y en tonalidades de esperanza un mundo distinto.

Es importante el aporte e incidencia de las generaciones que no han tenido futuro, que han decidido no esperar, que resolvieron encontrarse entre ellos y con el pueblo al no tener oportunidades ni opción de un presente, enfrentando la realidad, quedando en la historia como la generación que enseña a arriesgar el cambio del presente sin temor a construir un futuro para todos y todas, hecho a pulso, hombro a hombro, al calor de la olla comunitaria, en el ruido de consignas y cánticos, en el sol de la lucha diaria, iluminada por la palabra y propuesta del pueblo, sin dejar de lado el voto a conciencia, pensando en el pueblo marginado, olvidado, de la Colombia profunda. Un pueblo que se ha forjado en medio de conflictos sociales, lucha de clases y una guerra que ha cobrado el futuro de muchas generaciones, que nos ha pretendido excluir y limitar a pensar, sentir y vivir en una rutina de la resignación y la conformidad, impuesta bajo prácticas de autoritarismo disfrazado de democracia. El momento es hoy y ahora de ser pueblo que mandate para el pueblo en el epicentro de la organización, la movilización, la discusión y la realidad nacional.

Enlace con la película «Rodrigo D: No futuro»:
https://www.facebook.com/watch/?v=441666189957165

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