
Por Enid Faúndez
Situación política y coyuntural
A pocos meses de enfrentar el plebiscito que ratifique o rechace la Nueva Constitución y considerando como hecho consumado que la Comisión de Medio Ambiente de la Convención Constitucional rechazará la iniciativa para des-privatizar totalmente la gran minería; nos queda preguntar qué tan viable es la idea del Ejecutivo expuesta en su primera cuenta pública de financiar la mitad de su programa social durante los próximos 4 años con los recursos que obtendría a través de la Reforma Tributaria, además de apostar un incremento de productividad de 1,5% anual con miras de aumentar un 4% el PIB. Si bien son puntos auspiciosos, están muy por sobre la estimación de decrecimiento de un 4,1% para 2022 y de 3,2% para el 2023 publicados el 11 de enero en el Informe de Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial. La situación es compleja si va a dejarse de percibir un volumen de ingresos que durante los periodos del 2005 al 2014 llegó a ser de unos US$ 385 mil millones en manos de privados y de una renta después de impuestos de US$ 160 mil millones; quedando entonces el futuro de las reformas sociales dependiendo en gran medida de un paquete de reformas todavía no anunciado. Por un lado, no sabemos si existirá el quórum necesario en el Congreso para su aprobación total o parcial, o si la aplicación de esta tendrá el impacto esperado tanto en recaudación como de redistribución de la riqueza.
La línea política tributaria es un fiel reflejo de la postura conciliadora y liquidacionista expuesta en la cumbre del Encuentro Nacional de la Empresa, Enade, realizada el 13 de enero, donde el recién electo presidente Boric dio a entender que aspiraba a una reforma tributaria «conversada» que genere mayor equidad, que no se vea «como una confrontación entre buenos y malos» o «un enfrentamiento entre clases sociales», que sea fruto de un acuerdo, que proteja la inversión y avance hacia una sociedad más justa [1].
Reforma Tributaria y sus vacíos
Las políticas tributarias cobran especial interés en Latinoamérica, dado que esta región es una de las más desiguales del mundo. Según un estudio del BID, el 10% más rico de la población gana 22 veces más que el 10% más pobre y el 1% de la población más rica, concentra el 21% del total de ingresos; a su vez, el 1% más rico posee el 41% de la riqueza total [2]. En vista y considerando la cruda realidad de estas cifras, es de sentido común decir “Que la crisis la paguen los más ricos” y se resuelva reducir o eliminar impuestos regresivos (como el IVA) y se reemplacen por impuestos más progresivos (Impuestos a los grandes capitales). Esa idea general tiene sentido y es algo que comúnmente es bandera de lucha de muchos partidos polìticos, pero ¿es realmente efectivo? Puede que su aplicación en un corto lapso temporal sea positiva; no obstante, su aplicación a mediano y largo plazo en una economía mundial con una tendencia recesiva podría llegar a ser fatal e incluso incrementar aún más la desigualdad. ¿Cómo puede ser posible esta contradicción?
Con la aplicación de políticas de impuestos más progresivos y menos regresivos, podrían verse incrementadas las rentas del gran capital por el “incremento virtual” de la capacidad de consumo de los salarios medios y bajos, producto de una baja o eliminación de impuestos como el IVA. Esta capacidad de consumo aumentada podría generar un “goteo hacia arriba” donde los capitalistas estarían recibiendo más flujos de ingresos. Este fenómeno ocurre producto del Flujo Circular de la Renta [3]. Este flujo explica de manera general cómo el dinero se mueve entre los diferentes agentes económicos (familias, mercado, empresas y el Estado), donde cada gasto en una economía es el ingreso de otro y al aumentar el consumo agregado de los salarios medios y bajos, permite que el shock negativo inicial sobre la renta imponible de los poseedores del capital -y que a su vez son dueños del mercado- se compense gracias el incremento de flujo de ventas. Los dueños del capital a su vez, pueden incrementar su consumo, lo que genera un efecto multiplicador que termina beneficiando a las rentas altas; en resumen, el ingreso de los más pobres sólo se beneficia en función de la baja de impuestos, mientras los más ricos ven un crecimiento neto real de sus ingresos. Lo “utópico” es que las familias de trabajadores con menores ingresos ahorren; pero en la realidad la persistente necesidad de cubrir necesidades le empuja a consumir más para elevar su bienestar (situación denominada “propensión marginal de consumo”); en caso contrario, el aumento de impuestos para los ingresos más altos no altera su patrón de consumo. Tanto en teoría como en la práctica, se puede mencionar que el aumento de impuestos regresivos es contractivo y el aumento de la progresividad fiscal es expansiva; o sea, cuando aumenta la progresividad fiscal, la parte inferior de la distribución del ingreso que tiene más alta tasa de propensión marginal de consumo, compensa la disminución del consumo de los ahorradores en el extremo superior de la distribución del ingreso. En el mediano plazo, la expansión económica beneficia a quienes se encuentran en la parte superior de la distribución del ingreso, las ganancias de capital que experimentan por el auge de la demanda compensa las pérdidas de ingresos por el aumento de la progresividad fiscal y que se traduce finalmente en una mayor desigualdad de ingresos.
Análisis Marxista, ¿hay una salida?
Para Marx, la tributación es válida sólo si se aplica junto a medidas revolucionarias en un programa de transición: “La reducción de los impuestos, su distribución más equitativa, etcétera, es reforma burguesa. La abolición de los impuestos es socialismo burgués”. Todo impuesto entonces es una forma de plusvalía, una forma de trabajo no retribuido y una forma directa o indirecta de explotación; por ende, el intento de aplicar un impuesto al capital terminaría siendo favorable al desarrollo del capitalismo; implicando a su vez, la inexistencia de un tipo de impuesto que logre disminuir el poder de acumulación; la eliminación de impuestos regresivos son falsas promesas que incluso promueven políticos de derecha [4].
El impuesto progresivo finalmente aplica sobre el excedente generado (ganancias); o sea, el capitalista extrae la parte que paga en impuestos no de su capital (el cual siempre acumula), sino de una parte del plusvalor que ahora divide entre ganancia e impuestos; como el plusvalor es trabajo no retribuido, finalmente es el trabajador quien paga el impuesto al más rico con su trabajo; adicionalmente, el capitalista podría asumir los impuestos como un costo y descargarlo a los precios (alza de precios) causando más inflación.
Para Marx, el valor de la fuerza de trabajo no depende de la estructura impositiva y la redistribución de la riqueza opera a nivel de las relaciones entre el capital y el trabajo; o sea, en las relaciones mercantiles propias del modo de producción capitalista que derivan en la lucha de clases. Por lo tanto, no hay vías para reformar mediante impuestos los patrones de explotación más que aboliendo el modo de producción capitalista. Usar de bandera una reforma tributaria progresiva nos enfrenta al peligro que esta sea anulada por evasión de impuestos, signifique un nuevo ciclo de ingresos y acumulación para la burguesía y juegue en contra de la clase trabajadora, sellando un destino inexorable de explotación, miseria y hambre.
Referencias:
1. https://www.pauta.cl/economia/boric-por-reforma-tributaria-nuevo-pacto-fiscal-no-guerra-de-clases
3. https://economipedia.com/definiciones/flujo-circular-de-la-renta.html