Chile. Para lo mismo una vez más

por Pablo Varas

Qué queda de la bancada estudiantil rebelde y corajuda por estos días…nada.

La historia reciente los instaló como una de las más puras y genuinas expresiones de compromiso social, donde la natural rebeldía que emana inagotable desde los más profundos compromisos hicieron que un país temblara. Casos como Boric/Vallejos/Jakson hay muchos, pero también hay que manifestar que los hombres cambian de opinión, lo que es muy justo también aceptar.

Quedarse quieto con una singular mirada de la historia demuestra algo de precariedad, es por aquello que el progresismo y la izquierda siempre deben estar en discusión permanente para intentar hacer avanzar las ruedas de la historia, es por esos lados que van los tiros.

Nadie les pidió quemar banderas norteamericanas para definirse antiimperialistas, esas cuestiones son para los que mirábamos con horror la guerra de Vietnam hace algunas décadas pasadas. Cuando se apoyaba a las luchas contra el colonialismo en Africa, cuando estaba la OSPAAL y las OLAS, cuando los pobladores de Puerto Montt por intentar levantar una casucha o algo parecido con cuatro palos fueron asesinados por Frei Montalva y Pérez Yoma.

Sin lugar a dudas no fue fácil la batalla para denunciar el lucro con los derechos fundamentales. Millones de chilenos coincidieron que aquella pasada era muy justa. Millones de personas golpeadas de manera insistente que intentaban salir de la pobreza, instalar a uno de su familia como el primero en llegar a la universidad.

Entonces las calles se volcaron de rebeldes, sencillos que una vez más volvían a ser protagonistas. Hijos de asalariados, trabajadores, maestros y artesanos estaban con sus gritos y banderas para exigir de manera justa que el mercado no puede ser un Dios, que el juego de la oferta y la demanda no está en la partida de nacimiento de nadie. Que entrar al sueño sin hambre es una condición básica para que la vida continúe.

Aquello fue muy justo dirán algunos, tanto así como repartir los panes y los peces.

Pero no sólo era la batalla contra el lucro, la ganancia desbordante, el festín que diariamente se dan los empresarios que aprendieron a leer de un maestro que ahora sobrevive con una pensión miserable. Entraba a la batalla el sistema de ahorro voluntario instaurado por la derecha para salvarse, para aumentar sus recursos y poder controlar el país desde sus cajas negras bajo el formato de boletas y facturas ideológicamente falsas. Aquello es la manera que la derecha de manera insistente fortalece el país que para ellos es más rentable.

No se puede dejar pasar esa mañosa relación entre dinero y política que sacudió a muchos que desde sus poltronas gozaban de buena salud.

Desde los amigos y amigas de los presidentes fueron quedando al desnudo. La tesorera de presidente Frei, el subsecretario de pesca de la presidente Bachellet, Longueira, senadores de todas las raleas, desayunos de veinte millones de pesos como el de un ex ministro furibundo rechazo. Orpis en la cárcel convertido en el cordero de la manada para el necesario sacrificio.

El anquilosado parlamento, fiel expresión de la más pésima forma de hacer política, el abuso constante de los electores donde una cáfila de embaucadores pregonan cuales son los asuntos fundamentales, los cambios de no se sabe qué cuestión, sencillamente nunca están.

Entonces los vimos llegar chascones, sin corbata y valientes al parlamento.

Era muy justo apostar a ellos, si en la calle se habían ganado todos los derechos arropados de los sencillos, los hijos de los asalariados. Nunca nos sentaremos al lado de un político corrupto, dijeron, que haya recibido las migajas que les dejan caer los grupos económicos para convertirlos en empleados siempre en oferta y liquidación. Como una foto en la vitrina donde golpea el monito.

Necesariamente cuando se instalan debates para mejorar la condición de millones de chilenos, se viaja a la historia, entonces aparece Allende Recabaren Galo González, Lorca, Miguel, el Baucha y todos nuestros queridos y recordados camaradas a los que los militares se los llevaron en días de bruma y odio.

Aquellos soberbios y voluntariosos le llegó el inesperado momento de ser los primeros, los fundamentales, los dueños de la fragua para trabajar y moldear los metales.

Con asombro constatamos que nada cambia, que todo sigue de la misma forma. Los sencillos no claman para que la mar sea menos salada, sencillamente una vida con derechos asegurados, con un líder que coloque en orden los asuntos tantos años atrasados.

Es que se hace fundamental marcar alguna diferencia, porque si no será lo mismo que Longueira, Frei, Lagos, adalides del neoliberalismo, y los más humildes nuevamente carne para el voto mal informado, como la mentira descarnada que se conoció en los últimos meses.

Y si nada cambia y todo sigue igual nuevamente la calle se volverá a llenar de cantos, banderas y gritos muy justamente lanzados, luego de haber aprendido que el 15 de noviembre fue una noche de traidores.

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